La niña que filosofaba nació de la pluma de un ilustrador que pensó en hacer dibujos mudos. Quino, el viñetista que hoy ha recibido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, adoraba el arte silente de Buster Keaton. Por ese sendero siguió hasta que en una redacción de Buenos Aires le dijeron que el humor necesitaba palabras. Quino aceptó el consejo o la exigencia y llenó sus viñetas de nubes.